Tengo una hija de 8 años que desde siempre no tolera ningún tipo de contratiempo. Si algo no sale como ella quería se pone a gritar y a llorar, si pierde en un juego, si le decimos que no a una petición o un capricho reacciona igual. Así es desde siempre. Ya lo hemos probado todo: desde tratar de satisfacer todo lo que pide y solucionarle cualquier contratiempo, hasta dejarla por imposible. Estamos superados ¡Ayuda!”
Hace poco recibí un correo con este mensaje. Es representativo de lo que le ocurre a muchas familias ya que se trata de un caso típico de baja tolerancia a la frustración. En esta entrada voy a explicar en qué consiste y facilitar unas pautas para abordarlo.
EN QUÉ CONSISTE
Se dice que un niño o niña tiene baja tolerancia a la frustración si pequeñas adversidades le provocan enfado, rabia, tristeza o abandono de lo que persigue y esos sentimientos lo dominan hasta dejarlo sin capacidad para responder a esa adversidad de manera adecuada.
Son niños que no soportan un “no” por respuesta, pequeños contratiempos, que tienen mal perder o que lo quieren todo “aquí y ahora”.
POR QUÉ SE PRODUCE
La baja tolerancia a la frustración es sobre todo una conducta aprendida. Es posible que determinados temperamentos predispongan a responder de esta manera, pero generalmente este tipo de conductas cuando se prolongan en el tiempo, son fruto de un proceso de aprendizaje que ahora les explico.
Probablemente a las primeras reacciones de frustración (llantos, gritos, ira) los padres hayan respondido intentando solucionar y satisfaciendo aquello que frustraba a sus hijos. Poco a poco, los padres, con buena intención y sin ser conscientes de lo que hacían, han reforzado esa forma de reaccionar.
Imaginen la siguiente situación: un niño quiere un capricho, algo que no es ni urgente, ni necesario. Los padres se lo niegan o le dicen que tendrá que postponerse. El niño a la negativa de sus padres, se siente frustrado y reacciona de forma desproporcionadamente negativa: grita, llora… los padres entonces ceden y cambian su decisión inicial. Cuando esto se hace repetidamente están “premiando”, reforzando esa forma de actuar. Y está demostrado, que cuando además eso se hace unas veces sí y otras veces no (un reforzamiento variable, se llama técnicamente) la conducta se consolida más aún.
CONSECUENCIAS
Un niño con baja tolerancia a la frustración tiene consecuencias negativas siempre. En primer lugar, para él mismo: sufre de manera desproporcionada. Lo que para los demás son pequeñas contrariedades, para ellos son situaciones más dolorosas.
Son niños disruptivos que se adaptan mal a las situaciones sociales, donde todos tenemos que ceder de alguna manera. ¿Se imaginan no ya un adulto, sino un joven que no tolera de los demás un no por respuesta…?
Las consecuencias también la sufren los padres que tendrán que esforzarse más para que su hijo no tenga ninguna frustración. Como me decía un papá que vivía esta situación: “espero que mi hijo no me pida la luna, porque se la tendré que conseguir”
Si lo pensáis se trata de desaprender una forma de responder, para aprender otra forma más adecuada. Para ello les facilito de manera muy resumida algunas pautas a seguir: