Todos sabemos que la vida en pareja no siempre es fácil. Dentro del ámbito familiar las desavenencias y discusiones pueden ser normales y sus motivos diversos: problemas económicos, altibajos emocionales, asuntos familiares, desacuerdos en las pautas de educación con los hijos y/o la falta de comunicación, suelen ser solo algunos de los más habituales.
Discutir no es malo, si se hace desde el respeto y la comprensión. A veces es incluso necesario y nos permite resolver conflictos, sacando a la luz necesidades, opiniones y emociones que a la larga permiten conocer más a la pareja logrando acuerdos y soluciones que enriquezcan y posibiliten continuar manteniendo una relación sana y satisfactoria. El problema llega cuando esas situaciones de conflicto aumentan en intensidad y malas maneras, pasando de ser puntuales a darse de manera continua y prolongada en el tiempo, con lo que irremediablemente termina afectando y poniendo en riesgo el bienestar emocional de todos los miembros de la familia.