Padres felices, hijos felices.

Los conflictos de pareja y su efecto en los hijos

Todos sabemos que la vida en pareja no siempre es fácil. Dentro del ámbito familiar las desavenencias y discusiones pueden ser normales y sus motivos diversos: problemas económicos, altibajos emocionales, asuntos familiares, desacuerdos en las pautas de educación con los hijos y/o la falta de comunicación, suelen ser solo algunos de los más habituales.  

Discutir no es malo, si se hace desde el respeto y la comprensión. A veces es incluso necesario y nos permite resolver conflictos, sacando a la luz necesidades, opiniones y emociones que a la larga permiten conocer más a la pareja logrando acuerdos y soluciones que enriquezcan y posibiliten continuar manteniendo una relación sana y satisfactoria. El problema llega cuando esas situaciones de conflicto aumentan en intensidad y malas maneras, pasando de ser puntuales a darse de manera continua y prolongada en el tiempo, con lo que irremediablemente termina afectando y poniendo en riesgo el bienestar emocional de todos los miembros de la familia. 


El ambiente familiar en el que crecemos influye de manera importante en el desarrollo de nuestra personalidad desde edades muy tempranas. Es el pilar sobre el que se sustentarán nuestro carácter, actitudes, sociabilidad, valores...etc. Por lo que las consecuencias en los niños que viven en un hogar con continuas discusiones entre sus padres, pueden ir más allá del momento mismo en que se producen y repercutir en su futuro. Se sabe que en ésta situación, los niños desarrollan problemas emocionales como miedos, inseguridad y angustia entre otros, además de problemas conductuales que pueden ir desde la agresividad o rebeldía muy marcadas, a un aumento del retraimiento acompañado de dificultades para relacionarse con los demás y/o serias dificultades para su capacidad de resolver conflictos y expresar sus emociones de manera adecuada.
Es importante recalcar que desde bebés los niños son muy sensibles, no solo a los gritos, sino también a otras señales no verbales como gestos, tensión, llantos.. y en general a respuestas emocionales no tan explícitas de las personas de su entorno, especialmente sus padres. Además, frecuentemente, éstas desavenencias entre la pareja terminará afectando negativamente a la forma en que se relacionan con sus hijos.

Recomendaciones:

- Evitar discusiones en presencia de los hijos. Tratar de hacerlo siempre en privado evitando ser oídos, aunque sea en otra estancia de la casa. Si no están en ella mucho mejor. 

- No implicar a los niños en las discusiones, utilizándolos como apoyo o incitándolos a que tome partido por alguno de los dos. Los problemas de pareja no deben influir en la relación que los hijos tengan con su padre o madre, ellos necesitan y quieren a los dos.

- Tratar de resolver el conflicto origen de la discusión de manera definitiva, sin aplazarlo demasiado evitando así un ambiente tenso que los niños detectarán.

- Tras el conflicto, dar una explicación (acorde a la edad) de la situación y sobre todo dejar claro que ya se ha solucionado, haciendo hincapié en que ellos no tienen culpa. Acabar con una disculpa.



La recomendación más sensata en éstas situaciones, es tratar de poner solución lo antes posible a los conflictos de pareja, si aún se cree en ella y hay sentimientos entre ambos que justifiquen el esfuerzo y compromiso serio por ambas partes para mejorar la situación. Si no es así, tal vez sea el momento de afrontar una ruptura que ponga fin a una relación de sufrimiento y dolor que daña a toda la familia. Ésta decisión nunca es fácil, y en demasiadas ocasiones se pone de excusa a los hijos, pero en la medida que los padres sean felices, ellos serán felices, y a veces ésta es la oportunidad de lograrlo.





Psicóloga.

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