En numerosas ocasiones recibo consultas relacionadas con la preocupación de padres y madres al observar cómo sus pequeños, muestran dificultades a la hora de relacionarse y hacer amigos en diferentes situaciones y contextos, fuera de su ambiente familiar: se sonrojan, se esconden, hablan poco, juegan solos, muestran un comportamiento sumiso frente al grupo de iguales....
La timidez es un proceso relativamente frecuente y normal en algunas etapas del desarrollo, sobre todo en la primera infancia, que suele ir desapareciendo paulatinamente a medida que los niños crecen y se enriquece su entorno social. La asistencia a guarderías y escuelas infantiles suele facilitar ésta evolución.
Es necesario diferenciar entre un niño realmente tímido, o aquel que simplemente le cuesta relacionarse en determinadas situaciones novedosas, o cambios importantes de su entorno, pero que finalmente logra adaptarse sin grandes dificultades en un periodo de tiempo razonable. El problema vendría dado cuando observamos que éste comportamiento se mantiene en el tiempo, en la misma intensidad (o incluso cada vez mayor) poniendo en riesgo el bienestar emocional del niño de manera casi permanente.En ocasiones puede acompañarse incluso de síntomas fisiológicos (sudor, temblores, tartamudeo, dolores de cabeza o estomacales..) y/o conductuales ( estallidos emocionales, llantos frecuentes o conductas disruptivas en su entorno más cercano) , todo ello relacionado con altos niveles de ansiedad. Es entonces cuando se recomienda acudir lo antes posible a un especialista que estudie las causas y proponga un tratamiento adecuado, además de ofreceros las orientaciones necesarias para que desde el ámbito familiar podáis ayudar a vuestro hijo a superar sus dificultades.
En ocasiones tendemos a pensar que no es un problema serio, que el niño es así, y que ya se le pasará. Estaremos perdiendo entonces un tiempo muy valioso para proporcionarle herramientas que le permitan desarrollar sus capacidades de comunicación interpersonal, las cuales tienen un papel muy importante en el desarrollo integral de los niños tanto a nivel psicológico, emocional, como escolar y familiar.
Es cierto, que puede existir un componente genético en el origen de la timidez, que pueda influir en la tendencia hacia ese rasgo de carácter, pero se sabe que tanto la presencia de factores emocionales como ambientales, tienen gran importancia en el aprendizaje de éste comportamiento, y por tanto también pueden ayudar en gran medida a su superación. Detrás de la timidez suelen esconderse niños con baja autoestima y marcado sentimiento de inferioridad que le hacen dudar de sus posibilidades de éxito ante los demás.
Aunque la timidez no es considerada como trastorno clínico por sí misma, puede encontrarse (en sus manifestaciones más graves) detrás de algunas patologías importantes, en las que puede derivar si no se trata adecuadamente como puede ser la fobia social, entre otros.
Por ello, sin alarmarnos innecesariamente, pero dándole la importancia que tiene a las habilidades sociales de los más pequeños para su desarrollo y bienestar futuros, es importante que tengáis en cuenta los siguientes consejos:
- Fomentar siempre la autoestima del niño. Es fundamental que se sienta apoyado y querido, reconociendo todos sus logros y animándole a conseguir aquello que le cuesta un poquito más, pero valorando por encima del resultado su esfuerzo.
- Enseñarle a expresar sus sentimientos de forma adecuada y con naturalidad desde pequeño, mostrándonos comprensivos y respetuosos, sin que ello suponga sobreprotegerlo.
- No comparar su conducta y /o avances con nadie más, sólo con él mismo.
- Darle un modelo de comportamiento que le sirva de aprendizaje por observación.
- A medida que vaya aumentando su confianza en sí mismo, ofrecer nuevas oportunidades de interacción empezando con pequeños grupos de iguales. Puede haber un amigo especial, que tenga un papel de colaborador y facilite la integración.
- No es aconsejable forzar las situaciones. Respetar su ritmo y que sienta que estáis ahí para ayudarle en todo momento (no regañarle, ni castigarle...)
- Felicitarle por cada nuevo avance por pequeño que sea (para él ha supuesto un gran esfuerzo)
Cómo siempre lo más importante para un niño es que se sienta querido, comprendido y apoyado por sus padres, siempre.
Psicóloga.
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